La superficie solar, o fotosfera, muestra muchos rasgos al telescopio. Con grandes aumentos presenta un aspecto granulado, como si fuera harina de avena. Los gránulos son células de gas caliente en ascenso y los menores miden 1.000 km. Las zonas brillantes amplias denominadas fáculas se observan mejor cerca del limbo solar, el cual siempre parece algo más oscuro que el resto del disco.
Sin embargo, los rasgos principales los constituyen las manchas solares. Se trata de lugares donde el ampo magnético solar se retuerce lo suficiente como para bloquear el flujo normal de calor. Por tanto, las manchas son zonas más frías y, en consecuencia, más oscuras. En ocasiones poco frecuentes las manchas solares se hacen tan grandes que llegan a apreciarse a simple vista (hay que usar un filtro solar de todas formas). Las manchas solares están fuertemente magnetizadas y surgen y se desvanecen siguiendo un ciclo de 11 años. El último registro máximo de manchas solares ocurrió en 2000 - 2001.
A veces la actividad magnética provoca erupciones conocidas como fulguraciones, que lanzan al espacio multitud de partículas cargadas. Las fulguraciones
más potentes perturban la ionosfera terrestre e inducen tormentas magnéticas y auroras polares.
La corona, la atmósfera exterior del Sol, posee una temperatura de millones de grados, pero es tan tenue que sólo puede observarse durante los eclipses solares totales.
Los filtros solares normales permiten ver el Sol habitual en luz blanca. Para captar más detalles de la actividad solar, algunos observadores compran filtros especiales que aíslan la luz de bandas estrechas de longitud de onda, normalmente la banda hidrógeno-alga (656.3 nm). Tales filtros revelan protuberancias y otros detalles superficiales.
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