jueves, 11 de octubre de 2007

La forma de la Tierra I

Si nos situamos alrededor del año 600 a.C, nos daríamos cuenta que todo el Universo que se conocía en aquellos tiempos se reducía a un trozo de tierra plana y no demasiado extensa, que es lo que, más o menos, el hombre de nuestros días sigue siendo capaz de percibir de una forma directa: un trozo de tierra plana.

En el año 600 a.C., acababa de caer el Imperio Asirio. En su época de máximo auge había abarcado una longitud máxima de unos 2.200 kilómetros. Se extendía desde Egipto hasta Babilonia. Este imperio no tardó en ser reemplazado por otro, el Persa, que abarcó una longitud máxima de 4.800 kilómetros, desde Cirenaica hasta Cachemira.

Sin duda, las gentes que vivían en esos imperios carecían de toda noción sobre la extensión de los dominios; se contentaban simplemente con vivir y morir en su tierra y, con motivo de celebraciones señaladas, desplazarse desde su aldea a la vecina. No ocurriría lo mismo con los mercaderes y soldados, quienes seguramente sí tenían alguna idea de la inmensidad de estos imperios y de la extensión, aún mayor, de las tierras que quedaban más allá de sus fronteras.
En los imperios de la antigüedad tuvo que haber hombres que se ocuparan de los sería considerado el primer pronlema cosmológico que se le plantea al erudito: ¿Tiene la Tierra un fin?

Todos los hombres que vivieron antes de los tiempos de los griegos admitieron que la Tierra era plana. Si algún ser humano anterior a los griegos pensó de otra manera, su nombre no ha llegado hasta nuestros días, ni su pensamiento ha logrado sobrevivir.

Ahora bien, si la Tierra fuese plana, tendría un fin. La alternativa es que fuese una superficie plana sin fin, es decir, infinita. Pero este concepto es muy molesto: a lo largo de la historia, el hombre ha tratado siempre de rehuir el concepto de infinitud como algo imposible de entender.

Entonces, si la Tierra tuviese un fin, surgirían otras dificultades. ¿No se caería la gente al acercarse demasiado a él?

También podría suceder que la Tierra se hallase completamente rodeada de océanos, de forma que nadie pudiera aproximarse al fin, a menos que tomase un barco y navegara hasta perder de vista el continente, y más allá. Aún en tiempos de Colón esta idea constituía un motivo de pánico para muchos marineros.

Sin embargo, la idea de una barrera acuática protectora planteaba otro problema. ¿Qué impedía que el océano se derramase por los bordes, dejando la Tierra en seco? Un solución sería que el cielo fura un coraza resistente como así parece a simple vista, y que descendiera hasta unirse con la tierra por todas partes, como parece ocurrir. Entonces el Universo sería una especie de caja cuyos lados y parte superior abombados estuviesen constituídos por el cielo, mientras que el fondo plano fuesen los mares y la tierra firme sobre los que viven y se mueven el hombre y los demás seres.
Pero, ¿qué forma y tamaño tendría este Universo-caja?

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