
Para los aztecas, que vivieron en lo que hoy es el centro de México durante dos siglos antes de la conquista española de 1520, Venus representaba al dios Quetzalcóatl, que era una serpiente emplumada que encarnaba la fuerza vital que surge de la tierra, el agua y el cielo. Eran necesarios sangrientos sacrificios para aplicar a este dios las cinco veces que desaparecía y aparecía Venus en su ciclo de ocho años.
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