martes, 30 de octubre de 2007

Observación de la Luna

Con telescopio o prismáticos, conviene observar los detalles de la Luna cuando se encuentran cercanos a la frontera entre la zona iluminada y la oscura, lo que se llama el terminador. En estas condiciones, los rayos solares inciden sobre el suelo lunar con un ángulo oblicuo, y los accidentes como cráteres, domos y montes destacan con el máximo relieve. La Luna llena, que recibe la luz solar, debe aprovecharse para seguir los rayos brillantes y examinar los diversos tonos que muestran las diferentes coladas de lava en los mares oscuros (llamados así porque los astrónomos antiguos los confundieron con cuencas oceánicas desecadas y los denominaron con la palabra latina para mar: mare).

Se usen prismáticos o telescopio, conviene asegurarse de que la óptica está sostenida con firmeza, porque los telescopios que bailan y tiemblan no muestran los detalles con claridad. El nivel de turbulencia atmosférica determina lo que puede llegar a verse. Por lo tanto, no hay que observar de manera que la visual pase por encima de tejados o aparcamientos, porque el aire caliente ascendente perturbaría la visión.
Hay que empezar con los mínimos aumentos disponibles para incrementarlos luego a medida que vayan llamando la atención unos detalles u otros. Si la imagen se torna inestable deberán reducirse los aumentos hasta que los detalles vuelvan a mostrarse bien definidos.

Observar la Luna llena completa resulta casi doloroso debido al intenso brillo de su disco, y algunos observadores telescópicos usan filtros grises para reducir el resplandor.

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