jueves, 28 de febrero de 2013

Historia de las constelaciones

Las constelaciones son grupos de estrellas cercanas que forman figuras sobre la bóveda celeste. Realmente, las estrellas de una constelación no están físicamente asociadas, pueden encontrarse a cientos de años luz de distancia unas de otras. Es simplemente un asunto de perspectiva. Las distintas culturas han agrupado diferentes constelaciones utilizando incluso las mismas estrellas. De esta forma, han reaparecido constelaciones nuevas a lo largo de los siglos, otras han sido agrupadas y otras han desaparecido.

Las constelaciones están separadas en dos grupos, las boreales o constelaciones que se encuentran al norte del ecuador celeste y las australes, que son aquellas que están ubicadas al sur del ecuador celeste.

Cada constelación ocupa una zona del cielo con límites precisos y rectilíneos y un grupo de estrellas en su interior. El astrónomo prusiano F. W. Argelander estableció los límites de las constelaciones del hemisferio norte a mediados del siglo XIX en Alemania. Para las constelaciones del hemisferio sur se encargó B. Apthorp Gould en Argentina.

La Unión Astronómica Internacional (UAI) se reunió en 1928 en Leyden (Holanda) para agrupar las constelaciones de forma que todas las regiones del cielo se encontrasen dentro de una constelación. Se concretaron 88 constelaciones reconocidas oficialmente en un documento llamado “Delimitation scientifique des constellations” publicado en 1930 en París. Estos límites utilizan como guía las líneas de declinación y de ascensión recta de la época, razón por la que no hay líneas diagonales. Aunque debido a la precesión dichos límites se han desplazado, se ha mantenido la zona que ocupa cada constelación.

De éstas, nos llegaron 48 desde la antigüedad, creadas por pueblos que vivían en las regiones del Mediterráneo y el Medio Oriente, la mayoría astrónomos griegos. En la Odisea de Homero (s. IX a.C.) ya se menciona la constelación de Orión.

Hay doce constelaciones que se encuentran en una estrecha franja del cielo por donde pasan también el Sol, la Luna y los planetas llamada eclíptica. Son las llamadas constelaciones del Zodíaco, que significa “círculo de animales”. Los babilonios nombraron las doce constelaciones del Zodíaco en el s. V a.C.

Las otras 40 constelaciones fueron introducidas posteriormente cuando los europeos viajaron a explorar el hemisferio sur y se encontraron con un cielo completamente desconocido. Así se nombraron nuevas constelaciones, aunque los pueblos que vivían en éstas zonas ya tenían sus propias constelaciones con sus propios nombres.



No es posible saber de forma precisa el origen de las constelaciones antiguas, aunque parece que algunas existían desde hace mucho, quizá 4000 años antes de Cristo. Hay evidencias arqueológicas de que en la prehistoria, 30000 años a. C. o quizá antes, se agruparon las primeras estrellas formando las primeras constelaciones. Aunque es probable que no recibieran esos nombres, las constelaciones más antiguas podrían ser el león, el toro y el escorpión (Leo, Taurus y Scorpius). Esos pueblos antiguos se valían de las estrellas para medir el tiempo y las estaciones, de modo que las usaban con fines religiosos y agrícolas. También los navegantes y viajeros se orientaban en sus travesías nocturnas, ya fuese por mar o por tierra. Con estas figuras les era más sencillo recordar las rutas que debían seguir.

Fue Claudio Ptolomeo en el s. II a.C. el primer compilador de constelaciones. Presentó un catálogo de 1022 estrellas agrupadas en 48 constelaciones en su obra “El gran Tratado” o Almagesto, como la llamaron los árabes, escrita en griego, que fue la base de muchos de los catálogos posteriores hasta fines de la Edad Media. Como curiosidad, mencionar también que el Almagesto sólo incluía las estrellas que podían verse desde Alejandría, ciudad donde Ptolomeo confeccionó su obra y desde donde realizó sus observaciones. Posteriormente, los astrónomos árabes heredaron la obra de Ptolomeo a la que añadieron algunas constelaciones y expandieron otras, visibles desde los territorios donde ellos vivían.

Los astrónomos predicen una gigantesca colisión: la Vía Láctea y Andrómeda.

31 de mayo de 2012: Los astrónomos de la NASA dicen que ahora pueden predecir con certeza el próximo gran evento cósmico que afectará a nuestra galaxia, el Sol y el Sistema Solar: la gigantesca colisión de nuestra galaxia la Vía Láctea con la vecina galaxia de Andrómeda.

La Vía Láctea está destinada a conseguir un cambio de imagen importante durante el encuentro, que se prevé que suceda dentro de cuatro mil millones de años. Es probable que el Sol sea arrojado a nueva región de nuestra galaxia, pero nuestro Sistema Solar y la Tierra no están en peligro de ser destruidos.

“Después de casi un siglo de especulaciones sobre el destino futuro de Andrómeda y nuestra Vía Láctea, por fin tenemos una idea clara de cómo se desarrollarán los acontecimientos en los próximos miles de millones de años”, dice Sagmo Tony Sohn, del Space Telescope Science Institute (STScI) de Baltimore.

“Nuestros hallazgos son estadísticamente compatibles con un choque frontal entre la galaxia de Andrómeda y nuestra galaxia, la Vía Láctea”, añade Roeland van der Marel del STScI.

La Vía Láctea y Andrómeda se mueven una hacia la otra bajo la fuerza inexorable de la gravedad. También se muestra una galaxia más pequeña, el Triángulo, que puede ser parte de la colisión.

La solución llegó a través de meticulosas mediciones del Telescopio Espacial Hubble de la NASA del movimiento de Andrómeda, que también es conocida como M31. La galaxia está ahora a 2,5 millones de años luz, pero está cayendo inexorablemente hacia la Vía Láctea bajo la mutua fuerza de gravedad entre las dos galaxias y la materia oscura que rodea a ambas.



El escenario es como un bateador de béisbol que mira una bola rápida que se aproxima. A pesar de que Andrómeda se acerca a nosotros más de 2.000 veces más deprisa que una bola rápida, tendrán que pasar 4 mil millones de años antes del choque. Las simulaciones por ordenador derivadas de los datos del Hubble muestran que se necesitarán 2 mil millones de años más después del encuentro para que la interacción de las galaxias se fusionen completamente bajo el tirón de la gravedad y se forme de nuevo una única galaxia elíptica como las que frecuentemente vemos en el universo local.

A pesar de que ambas galaxias se abrirán, las estrellas que se encuentran en sus interiores están tan alejadas que no chocarán unas con otras durante el encuentro. Sin embargo, las estrellas serán lanzadas a órbitas distintas alrededor del nuevo centro galáctico. Las simulaciones muestran que nuestro Sistema Solar probablemente será enviado mucho más lejos del núcleo de la galaxia de lo que está hoy.



Ilustración de la secuencia de la colisión de la Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda.

En esta serie de ilustraciones fotográficas se muestra la fusión prevista entre la Vía Láctea y Andrómeda como se verá desde la Tierra. El primer fotograma es el día de hoy, la última imagen es de dentro de 7 mil millones de años.

Para hacer las cosas más complicadas, la pequeña compañera de M31, la Galaxia del Triángulo, M33, se unirá a la colisión y quizá más tarde se fusione con M31 y la Vía Láctea. Hay una pequeña posibilidad de que M33 llegue a la Vía Láctea en primer lugar.

Hace un siglo, los astrónomos no sabían que M31 era una galaxia independiente más allá de las estrellas de la Vía Láctea. Edwin Hubble midió la enorme distancia al descubrir una estrella variable que le sirvió como señal.

Hubble llegó a descubrir el universo en expansión, donde las galaxias se alejan de nosotros, pero desde hace tiempo se sabe que M31 se está moviendo hacia la Vía Láctea a unos 400.000 kilómetros por hora. Esa velocidad es lo suficientemente rápida como para viajar de aquí a la Luna en una hora. La medición se realizó usando el efecto Doppler, que es un cambio en la frecuencia y longitud de onda producidas por una fuente en movimiento relativo a un observador, para medir cómo la luz de la estrella de la galaxia ha sido comprimida por el movimiento de Andrómeda hacia nosotros.

Con anterioridad, no se sabía si el futuro encuentro se llegará a producir, si será un golpe de refilón o si será un choque frontal. Esto depende del movimiento tangencial de M31. Hasta ahora, los astrónomos no habían sido capaces de medir el movimiento lateral de M31 en el cielo, a pesar de los intentos durante más de un siglo. El equipo del Telescopio Espacial Hubble, dirigido por van der Marel, a llevado a cabo observaciones extraordinariamente precisas del movimiento lateral de M31 que eliminan cualquier duda de que está destinado a colisionar y fusionarse con la Vía Láctea.

“Ésto se logró observando repetidamente determinadas regiones de la galaxia durante un período de cinco a siete años”, dice Jay Anderson del STScl.

“En el peor de los casos de simulación de escenarios, M31 golpeará a la Vía Láctea de frente y las estrellas se dispersarán en órbitas distintas”, añade Gurtina Besla de la Universidad de Columbia en Nueva York, N.Y. “Las poblaciones estelares de ambas galaxias se empujarán y la Vía Láctea perderá su forma aplanada con la mayoría de las estrellas en órbitas casi circulares. Los núcleos de las galaxias se fusionarán y las estrellas se colocarán en órbitas aleatorias para crear una nueva galaxia elíptica”.

Las misiones del Transbordador Espacial para actualizar el Hubble con cámaras cada vez más potentes, han dado a los astrónomos una referencia de tiempo lo suficientemente largo como para realizar mediciones críticas necesarias para concretar el movimiento de M31. Las observaciones del Hubble y las consecuencias de la fusión se presentan en tres documentos que aparecerán en el próximo número de la Revista Astrophysical Journal.

http://science.nasa.gov/science-news/science-at-nasa/2012/31may_andromeda/