sábado, 15 de diciembre de 2007

El tránsito de Venus IV

La mejor preparada de las expediciones para la observación de tránsitos, organizada por la Royal Society, partió a bordo del barco de Su Majestad Endeavour de Plymouth el 26 de agosto de 1768, con una delegación de científicos encabezada por Joseph Banks, un acaudalado botánico y futuro presidente de la Royal Society. El Endeavour estaba equipado con cajones llenos de relojes, telescopios y material meteorológico, y de un barril de clavos para comerciar con los tahitianos, que tenían pasión por los objetos metálicos. Estaba al mando el capitán James Cook, un experto navegante, inspector de barcos y matemático que había aprendido tan bien astronomía por sí solo que, observando el eclipse solar de 1766, había podido determinar su longitud en Terranova con un margen de error de dos millas náuticas. Empirista tanto de las ciencias sociales como en las físicas, Cook descubrió experimentando con la dieta que podía evitar el escorbuto alimentando a sus hombres con col fermentada, que astutamente popularizó entre los marineros restringiéndola al principio a la comida de los oficiales. El viaje transcurrió sin incidencias, para lo que era habitual en la época. Los expedicionarios adquirieron 1.365 litros de vino y 450 kilos de cebollas en Madeira, fueron bombardeados en las islas Falklands (Malvinas) por un virrey medio loco para quien el tránsito suponía que "la estrella Polar pasaría por el polo sur", y perdieron cuatro hombres: un marino veterano que se ahogó, un joven marino que se arrojó por la borda por vergüenza después de haber robado una piel de foca y dos sirvientes de Banks que se emborracharon en medio de una tormenta de nieve en Tierra del Fuego y murieron congelados. Después de siete meses y medio, el Endeavour llegó a Tahití, entonces como ahora sinónimo de paraíso.

Cook dictó órdenes estrictas a sus hombres prohibiendo el comercio no autorizado de objetos metálicos con mujeres de Tahití, que adornaban sus muslos con intrincados tatuajes de fechas y estrellas y no veían nada de malo en negociar favores sexuales por uno o dos clavos. Cook recordó con preocupación que la tripulación de un barco que había llegado anteriormente a Tahití, el Dolphin, en su entusiasmo por las muchachas tahitianas, extrajo tantos clavos del barco que casi lo desarmó. Cuando dos de los marineros de Cook desertaron, se casaron con tahitianas y huyeron a las montañas, Cook les obligó a volver y les puso grilletes; era un hombre humanitario, pero quería regresar a Inglaterra. A pesar de sus órdenes, los clavos y otros objetos metálicos siguieron desapareciendo del barco.
Bajo la dirección de Cook y Banks se levantó un observatorio en Tahití en el lugar que se ha conocido desde entonces como Point Venus, y desde allí se observó el tránsito del 3 de junio de 1769 con un despejado cielo azul.

Pero el cálculo del tiempo del tránsito fue difícil. El problema era que Venus tiene una atmósfera densa, que refracta y difunde la luz solar que pasa por ella. Como resultado de ello, el disco del planeta, en vez de presentarse claramente a la visión como el disco de Mercurio, que casi carece de atmósfera, cuando está en tránsito, parece en cambio adherirse al borde del Sol como una gota de lluvia que cuelga de una rama. "Vimos muy claramente una atmósfera o sombra oscura alrededor del cuerpo del planeta que alteraba mucho los tiempos de los contactos", señaló Cook en su diario. Por esta razón, Cook y el astrónomo Charles Green, observando mediante telescopios idénticos, discreparon en sus estimaciones de los tiempos de entrada y salida del disco de Venus en una diferencia tan elevada como veinte segundos.

Pero pese a estas dificultades, los datos reunidos por Cook y las otras expediciones científicas dieron evaluaciones de la distancia de la Tierra al Sol que sólo diferían en un 10 por 100 del valor correcto. Posteriormente, la unidad astronómica fue medida aún más exactamente por científicos que trazaron triángulos imaginarios todavía más refinados a Venus durante sus tránsitos del siglo XIX, a Marte cuando estuvo en oposición en 1877 y a docenas de asteroides cuando estos trozos de rocas antes inútiles pasaban a la deriva cerca de la Tierra.

Se reveló entonces la inmensidad del sistema solar, casi cien veces mayor que el cálculo tolemaico del tamaño de todo el universo, y los científicos pudieron dirigir con seguridad su atención a la profundidad del espacio interestelar y abordar la tarea aún más ambiciosa de medir las distancias de las estrellas.

No hay comentarios: