En 1952, el año anterior a la muerte de Hubble, Walter Baade anunció en una reunión de la Unión Astronómica Internacional realizada en Roma que había descubierto un error en la determinación del valor período-luminosidad de las cefeidas, y la corrección de tal error hacía duplicar la escala de distancias cósmica. Posteriormente, el ex ayudante de Hubble, Allan Sandage, en colaboración con el astrónomo suizo Gustav Tammann, logró nuevos refinamientos en la escala de distancias, lo cual permitió a los astrónomos medir la distancia de galaxias situadas a centenares y miles de millones de años-luz.
A esas distancias, el tiempo adquiere una importancia igual a la del espacio. Puesto que se necesita tiempo para que la luz de una galaxia distancia atraviese el espacio, vemos la galaxia tal como era hace mucho tiempo. Las galaxias del cúmulo de la Cabellera de Berenice, por ejemplo, se nos aparecen como eran hace 700 millones de años, cuando en la Tierra aparecía la primera medusa. A causa de este fenómeno, llamado tiempo de vuelta al pasado, debe ser posible establecer, observando muy lejos en el espacio profundo, si el universo fue una vez diferente de como es hoy. Las pruebas de que esto es así llegaron en los años setenta, cuando Sandage y el radioastrónomo Thomas Matthews descubrieron los quasars, y Maarten estableció que se hallaban extraordinariamente lejos. Los quasars parecen ser núcleos de galaxias jóvenes, a distancias de 1.000 millones de años-luz y más aún. Así, la exploración del espacio inició las páginas de la historia cósmica.
Más allá de la Vía Láctea hay más galaxias. Algunas, como la Gran Nube de Magallanes y la de Andrómeda, son espirales. Otras son elípticas, y sus estrellas flotan en un prístino espacio sin nubes. Otras son oscuras enanas, algunas no mucho más grandes que cúmulos globulares. La mayoría pertenecen a su vez a cúmulos de galaxias. La Vía Láctea es una de unas pocas docenas de galaxias que incluyen una asociación unida gravitacionalmente que los astrónomos llaman el Grupo Local. Este grupo, por su parte, está cerca de uno de los extremos de un alargado archipiélago de galaxias llamado el supercúmulo de Virgo. Si pudiésemos volar por los sesenta millones, más o menos, de años-luz que hay desde aquí al centro del supercúmulo, encontraríamos en nuestro camino muchas cosas dignas de verse: la gigantesca galaxia caníbal Centaurus A, una elíptica que engulle afanosamente una espiral que tropieza con ella; la dilatada espiral M51, con su brillante núcleo amarillo y su multitud de estrellas blancoazuladas; y, en el centro del supercúmulo, la elíptica gigante Virgo A, rodeada de miles de cúmulos globulares de estrellas, que contienen unos tres billones de estrellas, y adornada con un chorro de plasma blancoazulado que ha sido vomitado desde su centro con la velocidad de un rayo.
Más allá de Virgo están los cúmulos de Perseo, la Cabellera de Berenice y Hércules, y más allá de ellos tanto otros cúmulos y supercúmulos de galaxias que se necesitan volúmenes enteros para catalogarlos. Hay una estructura aun a esas enormes escalas; los supercúmulos parecen estar ordenados en gigantescos dominios cósmicos que se asemejan a las células de una esponja. Y más allá de esto, la luz de galaxias remotas, cabalgando en las oscilaciones del espacio curvo, se hace tan moteada como el reflejo de la Luna en un estanque bajo el impulso de una suave brisa. Allí, a la espera de un futuro Hubble o Herschel, hay para contar muchas cosas pasadas, presentes o futuras.
Más allá de Virgo están los cúmulos de Perseo, la Cabellera de Berenice y Hércules, y más allá de ellos tanto otros cúmulos y supercúmulos de galaxias que se necesitan volúmenes enteros para catalogarlos. Hay una estructura aun a esas enormes escalas; los supercúmulos parecen estar ordenados en gigantescos dominios cósmicos que se asemejan a las células de una esponja. Y más allá de esto, la luz de galaxias remotas, cabalgando en las oscilaciones del espacio curvo, se hace tan moteada como el reflejo de la Luna en un estanque bajo el impulso de una suave brisa. Allí, a la espera de un futuro Hubble o Herschel, hay para contar muchas cosas pasadas, presentes o futuras.
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