Entre los disidentes estaba Heber Curtis, partidario de la teoría de los "universos-isla". Shapley reaccionó frente alos argumentos de Curtis con la aversión de un paciente que contempla una sala de cirugía: Curtis, señaló, "debe contraer mi sistema galáctico enormemente para tener mucha suerte con los universos-isla". El problema fue discutido formalmente por Shapley y Curtis bajo los auspicios de la Academia Nacional de Ciencias en Washington, el 26 de abril de 1920. En general, Shapley fue juzgado el perdedor, pero, como sucede habitualmente en la ciencia, el debate no dirimió nada y el último veredicto no lo dieron los hombres sino el cielo.
La hipótesis defendida por Curtis, que las nebulosas espirales eran galaxias de estrellas, se confirmaría si se lograba resolver en estrellas sin ambigüedades una de ellas. Este paso decisivo lo dio en 1924 el colega y gran adversario de Shapley, Edwin Hubble. Hombre alto, elegante e imperioso, con una elevada opinión de su lugar potencial en la historia, Hubble lograba que todo lo que hacía pareciese hacerlo sin esfuerzo -había sido una gran figura del atletismo en pista, boxeador, becario en Oxford y abogado antes de ser astrónomo-, y una de las cosas que menos esfuerzo le costaba era enfurecer a Shapley. Hubble sacó decenas de fotografías de M33 y su vecina M31, la espiral de Andrómeda, y halló en ellas lo que más tarde llamó "densos enjambres de imágenes que en ningún aspecto difieren de las estrellas ordinarias".
Pero que los puntos luminosos de las placas fotográficas de Hubble fuesen realmente estrellas era algo controvertido; Shapley los desechó considerándolos cuajados en una nebulosa laplaciana. En este aspecto, nuevamente, las variables cefeidas de Henrietta Leavitt proporcionaron los mojones necesarios. Las cefeidas son suficientemente brillantes como para ser discernibles a través de distancias intergalácticas. Usando el nuevo telescopio de 2,5 metros de Monte Wilson, Hubble fotografió las espirales una y otra vez, comparando las placas para hallar estrellas cuyo brillo hubiese variado. Sus esfuerzos pronto dieron fruto, y el 19 de febrero de 924 escribió a Shapley, quien por aquel entonces había dejado Monte Wilson para convertirse en director del observatorio de la Universidad de Harvard, una lacónica nota en la que le informaba de uno de los más importantes hallazgos de la historia de la ciencia: "Seguramente le interesará saber que he hallado una variable cefeida en la nebulosa de Andrómeda".
Hubble dedujo que Andrómeda está a un millón de años-luz de distancia, estimación igual a la mitad de las hechas posteriormente pero suficiente, sin duda, para demostrar que la espiral estaba mucho más allá aún de la "gran galaxia" de Shapley. Este respondió acremente que hallaba la carta de Hubble "el más divertido fragmento literario que he visto en mucho tiempo". Más tarde se quejó de que Hubble no había reconocido lo suficiente su prioridad en el uso de las variables cefeidas para establecer distancias. Pero el juego había terminado. El artículo de Hubble anunciando que había encontrado cefeidas en las nebulosas espirales -leído (en su olímpica ausencia) en una reunión conjunta de la Sociedad Astronómica Americana y la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia en Washington, en 1925- inició la decadencia final de la hipótesis nebular, el ascenso de la hipótesis de los universos-isla y la comprensión por la humanidad de que vivimos en una de muchas galaxias.
Hubble siguió identificando, no sólo cefeidas, sino también novas y estrellas gigantes en Andrómeda y otras galaxias. Esos estudios ayudaron a calmar su temor de que las leyes de la física pudiesen no ser válidas más allá de nuestra galaxia, lo que habría quitado validez también a sus mediciones de las distancias. Newtn se había preguntado también si "Dios puede... variar las leyes de la Naturaleza y hacer Mundos de diversas clases en diversas partes del Universo". Hubble, en su breve artículo anunciando el descubrimiento de cefeidas en M31, tuvo la cautela de advertir que sus resultados dependían del supuesto de que "la naturaleza de las variables cefeidas en uniforme en toda la parte observable del universo". Cuando halló cefeidas y otras estrellas conocidas en la galaxia NGC 6822, escribió con evidente alivio que "el principio de la uniformidad de la naturaleza, pues, parece regir inalterado en esta región remota del espacio".
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