Este efecto se debe a que entre los dos ojos existe una separación de varios centímetros, de modo que la línea imaginaria que une el dedo con uno de los ojos forma un ángulo apreciable con la que une el dedo con el otro. Si prolongamos ambas líneas hasta el fondo, resultarán sendos puntos que corresponden a las dos posiciones aparentes del dedo. Cuanto más próximo a los ojos coloquemos el dedo, mayor será el ángulo y mayor, por tanto, el desplazamiento aparente. Si los ojos estuvieran separados por una distancia mayor, aumentaría también el ángulo formado por las dos líneas, creando así un mayor desplazamiento aparente del dedo contra el fondo. (Por lo general, el fondo se encuentra tan alejado que un punto cualquiera sobre él forma con los dos ojos del observador un ángulo demasiado pequeño para poder medirlo. De ahí que el fondo pueda considerarse fijo.)
Este mismo principio cabe aplicarlo a un cuerpo celeste. Es cierto que la Luna se encuentra demasiado lejos para poder percibir alguna diferencia al mirar alternativamente con ambos ojos. Pero supongamos que observamos la Luna, contra el fondo estrellado del cielo, desde dos observatorios separados entre sí varios centenares de kilómetros. El primer observatorio verá que uno de los bordes de la Luna se halla a cierta distancia angular de una estrella concreta mientras que en ese mismo instante el segundo observatorio medirá entre el mismo borde y la misma estrella una distancia angular distinta.
Conocido el desplazamiento aparente de la Luna contra el fonde estrellado (suponiendo que las estrellas se hallan tan lejos que su posición permanece fija aunque varíe la situación del observatorio) y la distancia que media entre ambos observatorios, puede calcularse la distancia de la Luna con ayuda de la trigonometría.
Este experimento era perfectamente factible, pues el desplazamiento aparente de la Luna respecto a las estrellas al variar la posición del observador es bastante grande. Los astrónomos han normalizado dicho desplazamiento para el caso en que uno de los observadores vea la Luna en el horizonte y el otro justo encima de su cabeza. La base del triángulo es entonces igual al radio de la Tierra y el ángulo con vértice en la Luna es el "paralaje horizontal ecuatorial". Su valor observado es de 57,04 minutos de arco, o bien 0,95 grados de arco. Desplazamiento realmente apreciable, pues equivale a dos veces el diámetro aparente de la Luna llena. Se trata, por tanto, de una magnitud que se puede medir con suficiente precisión, permitiendo así obtener un buen valor para la distancia de la Luna. Esta distancia, calculada por la técnica del paralaje, concordaba bien con la cifra obtenida por ese antiguo método basado en la sombra proyectada por la Tierra durante un eclipse lunar.
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