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jueves, 8 de noviembre de 2007

Constelaciones viejas y nuevas

El astrónomo griego Tolomeo enumeró, en el siglo II de nuestra era, un total de 48 constelaciones de fronteras difusas. Hoy dividimos el cielo en 88 constelaciones con límites precisos que siguen en zigzag la demarcación acordada oficialmente en 1930. Aunque las fronteras sean modernas, muchas constelaciones son tan antiguas como la misma civilización. Los antiguos sumerios, por ejemplo, ya representaban un león en la región del cielo donde aún vemos Leo, y un toro donde dibujamos ahora Tauro.

Otras constelaciones datan de los siglos XVII y XVIII. Algunas se introdujeron para cartografiar el cielo austral, desconocido para la astronomía europea antes de la era exploradora que se inició en el siglo XVI. Por ejemplo, la Cruz del Sur (Crux) la definió como constelación por primera vez Andrea Corsali, quien navegó a los trópicos con una expedición portuguesa en 1515.

viernes, 5 de octubre de 2007

La astronomía en Grecia II

Aristarco, en el siglo III a.C., rompió con la tradición al proponer un universo centrado en el Sol, pero su modelo cósmico, tan radical, fue ridiculizado y luego olvidado. También intentó medir los tamaños del Sol y la Luna, así como sus distancias a la Tierra, pero su esfuerzo no dio resultado por la tosquedad de la instrumentación de la época.

El mayor astrónomo de la antigüedad fue Hiparco, del siglo II a.C. Midió con exactitud la distancia entre la Tierra y la Luna y dedujo un valor de 29,5 diámetros terrestres, muy cerca del valor verdadero, 30. Compiló el primer catálogo estelar conocido, e ideó el sistema de magnitudes estelares que aún se emplea para comparar el brillo de las estrellas. Pero su mayor hallazgo surgió al examinar observaciones estelares antiguas. Al comparar sus observaciones con registros anteriores halló diferencias que le permitieron descubrir la precesión, una oscilación lenta del eje terretre causada por la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol.
El último gran astrónomo griego de la antigüedad fue Claudios Ptolemaios, conocido como Tolomeo. Vivió en Alejandría, Egipto, en el siglo II de nuestra era. Apoyándose en las observaciones de Hiparco, Tolomeo desarrolló una teoría matemática detallada para predecir los movimientos del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas, bosada en un modelo de universo centrado en la Tierra. Su trabajo vio la luz como un libro conocido hoy por su título en árabe, el Almagesto.
Tolomeo y todos los astrónomos de la antigüedad consideraban que la perfección de los cuerpos celestes los obligaba a seguir solamente trayectorias con formas perfectas, o sea, circulares. El sistema tolemaico exige, por tanto, que todos los objetos se desplacen a velocidades constantes a lo largo de órbitas circulares. Hasta las observaciones más toscas evidencian que esto es falso, de manera que Tolomeo dotó a sus órbitas de epiciclos: circunferencias menores superpuestas a las principales. Además, permitió que algunas órbitas no estuvieran centradas exactamente en la Tierra.

La astronomía en Grecia I

Los antiguos griegos realizaron los primeros grandes avances en astronomía. Una serie de brillantes pensados observaron los cielos y recurrieron a principios geométricos, más que a creencias sobrenaturales, para explicar lo que veían. Con esto, rompieron la frontera entre astronomía y astrología.

Los primeros griegos, como la mayoría de los antiguos pueblos agrícolas, observaban el cielo y usaban sus movimientos para marcar el ritmo anual de sus actividades de cultivo. Como otras civilizaciones, crearon y nombraron constelaciones. Las primeras fueron quizá creadas entre los años 3000 a.C. y 2000 a.C. De esta forma llenaron el cielo con un libro de relatos mitológicos que servía a todo el mundo para recordar dioses y héroes.

En esta época gran parte de esta sabiduría provenía de Mesopotamia, que la transmitió casi intacta a los griegos. Al igual que sus antecesores de Mesopotamia, el conocimiento astronómico de los griegos debía estar cargado de símbolos religiosos y vaticinios astrológicos.

En un principio, la astronomía griega se dedicó a cuestiones exclusivamente prácticas. Los poetas Hesiodo y Homero escribieron sobre astronomía en el siglo VIII a.C. Los héroes homéricos Aquiles y Odiseo se servían de las Pléyades, Orión, Tauro, el Boyero, la Osa Mayor y Sirio para navegar y medir el tiempo. Y el poema de Hesiodo Los trabajos y los días describe un calendario agrícola controlado por la salida y puesta de varias constelaciones y estrellas.

A partir del siglo VI a.C., los pensadores griegos rompen tanto con las cuestiones astronómicas prácticas como con la mitología del pasado. Fueron más allá de la explicación metafísica de los movimientos celestes y propusieron argumentos basados en la geometría y las matemáticas. Las bases de la astronomía moderna quedaron establecidas en los 800 años que transcurrieron hasta la muerte de Ptolomeo en el año 150 de nuestra era. Los impulsores de esta revolución fueron griegos que vivieron en Jonia y el sur de Italia, cuyas ideas se enriquecieron por el contacto la astronomía y las matermáticas de Mesopotamia y Egipto gracias al comercio.

Tales, en el siglo VI a.C. viajó a Egipto para estudiar matemáticas. Predijo un eclipse de Sol en el año 585 a.C. y afirmó que la Tierra era esférica.

Pitágoras, otro jónico del siglo VI a.C., fue geómetra y místico. Propuso que el universo está compuesto de esferas cristalinas concéntricas que rodean la Tierra, anidadas como juegos de muñecas rusas. El Sol, la Luna, los planetas y las estrellas se movían cada uno en su propia esfera. Pitágoras creía además que está estructura producía una obsesiva música de las esferas a medida que unas giraban sobre otras. Eudoxo, en el siglo IV a.C., adoptó las esferas de Pitágoras e incorporó algunas más para describir ciertas irregularidades en los movimientos lunares y planetarios que eran obvias incluso con las toscas medidas de la época.
Aristóteles, en el siglo IV a.C. escribió sobre muchos asuntos y ejerció una influencia enorme. Mostró la esfericidad de la Tierra, pero seguía convencido de que ocupaba el centro del universo porque no veía que las estrellas cambiaran de posición aparente a largo del año, como sería de esperar si la Tierra girara alrededor del Sol. Hoy sabemos que las estrellas sí muestran este cambio, pero es tan minúsculo que no podía detectarse con los instrumentos de aquel tiempo. Escribió tratados sobre temas tan diversos como física, botánica, política, ética y arte, además de astronomía. Sus ideas geocéntricas sobre la naturaleza del universo fueron las dominantes durante dos mil años.