Todas las noches las estrellas y los planetas pasan sobre nuestras cabezas, pero cada uno les atribuye distinta importancia. Este blog está dirigido a aquellos que se interesan por el universo, especialmente si son principantes. Con un lenguaje sencillo intentaré abarcar todos los temas, destacar objetos interesantes, dónde encontrarlos, cómo observarlos... Cada noche despejada pone un universo infinito a nuestro alcance. La aventura de conocerlo mejor puede comenzar hoy mismo.
domingo, 30 de diciembre de 2007
El espectroscopio III
sábado, 29 de diciembre de 2007
El espectroscopio II
El espectroscopio I
Una de ellas, la teoría del "universo-isla" de Kant y Lambert -la expresión es de Kant-, sostenía que nuestro Sol es una de muchas estrellas de una galaxia, la Vía Láctea, y que hay muchas otras galaxias, que vemos a través de grandes extensiones de espacio como nebulosas espirales y elípticas. La otra, la "hipótesis nebular", afirmaba que las nebulosas espirales y las elípticas son torbellinos de gas que se condensan para formar estrellas, que están cerca y son relativamente pequeñas. La hipótesis nebular también se había originado en Kant, pero comúnmente era llamada "laplaciana", en honor al matemático francés Pierre-Simon de Laplace, quien había publicado una explicación detallada de cómo el Sol y los planetas podían haberse condensado a partir de una nebulosa arremolinada. Ambas teorías eran en cierta medida correctas -algunas nebulosas, en efecto, son nubes gaseosas que forman estrellas, pero había una comprensible tendencia a suponer que una sola teoría explicaría todos los tipos de nebulosas, y este supuesto alimentó la confusión.
martes, 25 de diciembre de 2007
Los prismáticos II
domingo, 23 de diciembre de 2007
Los prismáticos I
Los prismáticos portan identificaciones numéricas del tipo 7 X 50. El primer número representa los aumentos (en el ejemplo, 7). Hay modelos que ofrecen hasta 16 ó 20 aumentos, pero tanta potencia acarrea inconvenientes, porque el campo de visión se reduce y dificulta localizar objetos, y la vibración de las manos emborrona las imágenes.
Observar las estrellas bajo un cielo oscuro
jueves, 20 de diciembre de 2007
William Herschel IV
miércoles, 19 de diciembre de 2007
William Herschel III
martes, 18 de diciembre de 2007
William Herschel II
William Herschel I
Huyó a Inglaterra, donde el rey era Jorge II, sin intereses políticos pero indiscutiblemente hannoveriano, y allí prosperó. El inglés de Herschel era excelente, y su talante franco y afable. "Tengo la suerte de hacerme de amigos en todas partes", escribió a su familia. Prosiguió su educación leyendo intensamente; muchos años más tarde le contaría a su hijo John que una vez, mientras iba leyendo a caballo, de pronto se encontró de pie en el camino, con el libro firmemente en la mano: el cabo le había tirado en un perfecto salto mortal en el aire. Su mente era suficientemente vigorosa como para impresionar a personas como Hume, pero utilizaba su saber de modo bastante entretenido para prosperar en la sociedad londinense. Su éxito en el campo musical se benefició del precedente de su distinguido compatriota Georg Frederick Händel, y a los treinta años Herschel fue nombrado organista de la capilla de Bath, un distinguido puesto en el que podía esperar permanecer cómodamente por el resto de su vida.
Pero él se sintió insatisfecho. La música no era suficiente; sabía que no era ningún Händel, y no se contentaba con la mera facilidad para ella. "Es una lástima que la música no sea cien veces más difícil como ciencia -escribió- ... Mi amor a la actividad hace absolutamente necesario que esté ocupado, pues el ocio me enferma; me mata no hacer nada."
Halló su plenitud siguiendo el camino de Kepler y Galileo a través del puente que lleva de la música a la astronomía. Como muchos astrónomos aficionados antes y después, empezó leyendo libros de divulgación científica. Le impresionaron particularmente Astronomy Explained Upon Sir Isaac Newton's Principles, de James Ferguson, y A Compleat System os Opticks, de Robert Smith.
lunes, 17 de diciembre de 2007
Johann Heinrich Lambert
Immanuel Kant II
domingo, 16 de diciembre de 2007
Immanuel Kant I
Cuando Kant escribió por primera vez sobre cosmología aún no era Kant, el titán intelectual cuya unificación del empirismo y el racionalismo iba a iluminar y animar la filosofía en todo el mundo. El año fue 1750 y sólo tenía veintiséis años. La muerte de su padre, cuatro años antes, le había obligado a interrumpir sus estudios y trabajaba como profesor privado en Prusia oriental. Había obtenido un título de licenciado (pagándose su educación con las ganancias adquiridas en el billar y las cartas), pero pasaron cinco años más antes de que pudiese recibir su doctorado. Aún no había arruinado su estilo de redacción tratando de satisfacer los requisitos formales establecidos por la facultad de filosofía en la Universidad de Königsberg, donde, a la edad de cuarenta y seis años, finalmente fue nombrado profesor de lógica y metafísica. Era un hombre ingenioso, sociable y atractivo para las mujeres, aunque nunca se decidió a casarse. Persona de hábitos arraigados, hacía una comida al día, siempre con amigos, consultaba cada mañana un barómetro y un termómetro que estaban junto a su cama para saber cómo vestirse y daba su paseo vespertino tan puntualmente que los vecinos ponían literalmente sus relojes en hora cuando aparecía en la calle. Enseñaba matemáticas y física, reverenciaba a Lucrecio y Newton, y leía de todo, desde historia de la teología hasta las tablas actuariales.
Un día Kant leyó en un periódico de Hamburgo una reseña de un libro titulado Una teoría original o nueva hipótesis sobre el universo, de un topógrafo y filósofo de la naturaleza inglés llamado Tomas Wright. Hombre de gran piedad, Wright había aprendido astronomía para apreciar mejor la grandeza de la creación de Dios, y sus libros y conferencias, llenos de lecciones morales y teológicas, eran populares en los círculos de sociedad. En el curso de una variopinta carrera, Wright propuso una serie de modelos del universo, muchos de ellos contradictorios y todos con preocupaciones como la situación del trono de Dios, que él ponía en el centro del cosmos, y del infierno, que él relegaba a las oscuridades exteriores.
Las especulaciones cosmológicas de semejante pensador normalmente no habrían atraído la atención de un Kant, pero el resumen del libro de Wright que Kant leyó deformaba las teorías de Wright y, en el proceso, las mejoraba. El resultado fue una notable contribución del periodismo a la cosmología, la involuntaria promoción de una hipótesis inexistente que Kant convirtió en el primer atisbo que hubo en nuestro mundo del universo de las galaxias.
Wright, siguiendo el mismo camino erróneo que engañó a Platón, Aristóteles, Tolomeo y Copérnico, supuso que el universo es esférico. Pero mientras que sus predecesores copernicanos habían puesto el Sol en el centro del universo, Wright sostuvo que el Sol pertenece a la esfera celeste. Lo que hizo, en verdad, fue revivir la esfera estelar de Aristóteles y Tolomeo, pero con el Sol como una de sus estrellas. El cosmos de Wright estaba vacío, como una naranja sin la pulpa y con el Sol y las otras estrellas en la cáscara. Wright señalaba que la apariencia de la Vía Láctea como una banda de estrellas en el cielo podía explicarse como nuestra visión de este caparazón estrellado dentro de ella. Cuando miramos a lo largo de una línea tangencial a la esfera, vemos muchas estrellas -la Vía Láctea-, y cuando miramos a lo largo del radio de la esfera, vemos relativamente pocas estrellas.
Las nebulosas
sábado, 15 de diciembre de 2007
El tránsito de Venus IV
Pero pese a estas dificultades, los datos reunidos por Cook y las otras expediciones científicas dieron evaluaciones de la distancia de la Tierra al Sol que sólo diferían en un 10 por 100 del valor correcto. Posteriormente, la unidad astronómica fue medida aún más exactamente por científicos que trazaron triángulos imaginarios todavía más refinados a Venus durante sus tránsitos del siglo XIX, a Marte cuando estuvo en oposición en 1877 y a docenas de asteroides cuando estos trozos de rocas antes inútiles pasaban a la deriva cerca de la Tierra.
Se reveló entonces la inmensidad del sistema solar, casi cien veces mayor que el cálculo tolemaico del tamaño de todo el universo, y los científicos pudieron dirigir con seguridad su atención a la profundidad del espacio interestelar y abordar la tarea aún más ambiciosa de medir las distancias de las estrellas.
viernes, 14 de diciembre de 2007
El tránsito de Venus III y Le Gentil
Y, en cierta medida, los observadores de tránsitos tuvieron éxito, aunque no sin sufrir bastantes tribulaciones como para recordarles que si bien el movimiento de los planetas puede ser sublime, los asuntos de este mundo están sumergidos en el caos. El astrónomo Charles Mason y el topógrafo Jeremiah Dixon, más tarde de la Línea Mason-Dixon, fueron atacados por una fragata francesa cuando se dirigían a África (esto fue durante la guerra de los Siete Años), con el resultado de 11 muertos y 37 heridos; llegaron a Ciudad del Cabo con escolta militar y observaron el tránsito de 1761, para descubrir que había una diferencia de muchos segundos en su estimación del tiempo en el que Venus entró y abandonó el disco del Sol. William Wales calculó el tiempo del tránsito desde la bahía de Hudson, Canadá, después de soportar mosquitos, tábanos y un invierno suficientemente duro para que, como observó con exactitud científica, un cuarto de litro de brandy se convirtiese en hielo en sólo cinco minutos. Jean-Baptiste Chappe d'Auteroche, enviado por la Academia Francesa a las profundidades de Rusia, atravesó el Volga congelado y los bosques siberianos en trineos tirados por caballos, llegó a Tobolsk seis días antes del tránsito, apostó guardias para repeler a muchedumbres coléricas que lo acusaban de causar inundaciones de primavera al obstaculizar el Sol y logró observar el tránsito. Murió ocho años más tarde en la Baja California después de calcular el tiempo del tránsito de 1769, de una epidemia que sólo perdonó a un miembro de su grupo, quien remitió debidamente los datos a París. Alexandre-Gui Pingré fue obstaculizado por la lluvia durante la mayor parte del tránsito en Madagascar, los británicos capturaron su barco y volvió a Lisboa bajo los cañones británicos; humanista tanto como científico, halló consuelo en la reserva de bebidas alcohólicas del barco: "La bebida -escribió- nos da la fuerza necesaria para determinar la distancia... del Sol".
El menos afortunado de todos fue Guillaume le Gentil, quien zarpó de Francia el 26 de marzo de 1760, con el propósito de observar el tránsito, al año siguiente, desde la costa este de la India. Los monzones apartaron el barco de su rumbo, y el día del tránsito se hallaba detenido en medio del océano Índico, incapaz de hacer ninguna observación útil. Decidido a compensar el fracaso de esta expedición observando el segundo tránsito, Le Gentil reservó un pasaje a la India, construyó un observatorio sobre un antiguo polvorín en Pondicherry y esperó. El cielo estuvo maravillosamente despejado durante todo mayo, pero la mañana del tránsito, el 4 de junio, el cielo estuvo nublado, para despejarse luego, cuando el tránsito terminó. Le Gentil escribió:
Estuve más de dos semanas presa del abatimiento y casi no tenía ánimo para coger mi pluma y continuar mi diario; y varias veces cayó de mis manos cuando llegaba el momento de informar a Francia sobre el destino de mis operaciones... Este es el destino que a menudo espera a los astrónomos. Había atravesado más de diez mil leguas; parecía que había cruzado tales grandes extensiones marinas, exiliándome de mi tierra natal, sólo para ser el espectador de una nube fatal que se situaba delante del Sol en el preciso momento de mi observación para quitarme los frutos de mis esfuerzos y mis fatigas.
Le esperaban cosas aún peores. Enfermo de disentería, Le Gentil permaneció en la India otros nueve meses, postrado en cama. Luego reservó un pasaje a su país a bordo de un buque de guerra español que fue desarbolado por un huracán frente al cabo de Buena Esperanza y apartado de su curso al norte de las Azores antes de poder llegar con dificultades al puerto de Cádiz. Le Gentil cruzó los Pirineos y finalmente puso pie en Francia, después de once años, seis meses y trece días de ausencia. A su retorno a París se enteró de que había sido declarado muerto, su patrimonio saqueado y sus restos divididos entre sus herederos y sus acreedores. Renunció a la astronomía, se casó y se retiró para escribir sus memorias. Cassini, encomiando a Le Gentil, elogió su carácter pero admitió que "en sus viajes por mar había adquirido actitudes poco sociables y cierta brusquedad".
El tránsito de Venus II
El tránsito de Venus I
jueves, 13 de diciembre de 2007
El astrolabio y el problema de la longitud II
Pero el problema de la longitud era obviamente urgente, y no pocos inventores lo abordaron, estimulados por los grandes premios en dinero que ofrecían los gobiernos de los estados marítimos, como España, Portugal, Venecia, Holanda e Inglaterra. El más suculento de esos premios era uno de 20.000 libras que ofrecía la Junta Británica de la Longitud a quien idease un método práctico para determinar la longitud con un margen de medio grado, que es igual a 63 millas náuticas a la latitud de Londres. John Harrison, un carpintero inculto convertido en fabricante de relojes, trató de obtener el premio durante gran parte de su vida laboral. Construyó una serie de relojes de diseño cada vez más sutil y sólido, y sometía a prueba su exactitud observando cada noche la desaparición de determinadas estrellas detrás de la chimenea de un vecino. Su obra maestra, un cronómetro náutico que tardó diecinueve años en construir, fue transportado a Port Royal, Jamaica, a bordo del barco de Su Majestad Deptford en 1761 - 1762; allí fue puesto a prueba mediante observaciones al Sol, y se halló que sólo atrasaba 5,1 segundos en ochenta días, logro que muchos relojes de hoy no podrían igualar. Sin embargo, Harrison necesitó años de presiones para reunir una parte del premio, y nunca consiguió cobrarlo todo. Veinte mil libras era mucho dinero.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
El astrolabio y el problema de la longitud I
Adaptar la vista a la oscuridad
Para preservar la visión nocturna conviene usar luces débiles de color rojo para leer las cartas estelares o hacer anotaciones. Las mejores linternas comerciales para uso astronómico emplean luces de diodos (LED), pero cualquier linterna de bolsillo puede servir si se cubre la bombilla con celofán rojo.
Conjunciones y eclipses
Los planetas son las "estrellas"errantes del firmamento. Sus movimientos suelen llevar a dos o más de ellos a posiciones aparentes cercanas, o conjunciones, cada pocos meses. A veces también la Luna brilla en las cercanías. El reluciente Venus centelleando junto a la Luna creciente ofrece uno de los mejores panoramas del cielo a simple vista.
El movimiento de la Luna la lleva a pasar en ocasiones delante del disco del Sol y entonces se produce un eclipse solar. A veces se sumerge en la sombra terrestre y da como resultado un eclipse de Luna. Ambos sucesos son los puntos culminantes de la observación astronómica a simple vista.
En la foto vemos tres planetas reunidos juntos a la Luna. El brillante Venus en el centro a la derecha, con Marte en la esquina superior derecha y Júpiter a su izquierda.
Astronomía a simple vista
lunes, 10 de diciembre de 2007
El tamaño del sistema solar III
El tamaño del sistema solar II
El tamaño del sistema solar I
En 1961 se recibieron microondas reflejadas por Venus. Utilizando los datos recogidos se calculó que la distancia media entre la Tierra y el Sol es de 149.570.000 kilómetros.
Haciendo uso del modelo kepleriano es posible calcular la distancia entre cualquier planeta y el Sol, o bien entre aquellos y la Tierra en un momento determinado. Sin embargo, resulta más convincente especificar la distancia al Sol, pues ésta no varía tanto ni de una forma tan compleja como la distancia a la Tierra.
Existen cuatro maneras de expresar las distancias, todas ellas de interés.
En primer lugar se pueden expresar en millones de millas. Esta unidad es muy corriente en Estados Unidos y en Gran Bretaña para medir grandes distancias.
En segundo lugar, se pueden dar en millones de kilómetros. El kilómetro es la unidad que se emplea corrientemente en los países civilizados (exceptuados los anglosajones) para medir grandes distancias y es utilizada también por los científicos de todo el mundo, incluidos los Estados Unidos y Gran Bretaña. Un kilómetro equivale a 1.093,6 yardas o 0.62137 millas. Equivale por tanto, con una precisión razonable a 5/8 de milla.
En tercer lugar, y con el fin de evitar los millones de millas o de kilómetros, se puede establecer que la distancia media de la Tierra al Sol valga una "unidad astronómica" (U. A. en abreviatura). De este modo, las distancias podrán expresarse en U. A., donde 1 U. A. es igual a 92.950.000 millas o 149.588.000 kilómetros. Para todos los efectos es suficientemente preciso decir 1 U. A. = 150.000.000 de kilómetros.
En cuarto lugar, la distancia se puede expresar en función del tiempo que tarda la luz (o una radiación similar, como las microondas) en recorrerla. La luz se mueve, en el vacío, a una velocidad de 299.792,5 kilómetros por segundo, valor que se puede redonder hasta 300.000 kilómetros por segundo sin que se cometa un error excesivo. Esta velocidad equivale a 186.282 millas por segundo.
Por consiguiente, podemos definir una distancia de aproximadamente 300.000 kilómetros como "1 segundo-luz" (la distancia recorrida por la luz en un segundo). Sesenta veces esa cantidad, o bien 18.000.000 de kilómetros es "1 minuto-luz" y sesenta veces ésta, o sea 1.080.000.000 kilómetros, es "1 hora-luz". El error que se comete tomando una hora-luz igual a mil millones de kilómetros no es demasiado grande.